viernes, 30 de octubre de 2009


Estaban siendo días bastante buenos en general, pero claro, en algún momento se tiene que torcer todo. Sin motivo aparente o por miles de detalles que al final consiguen que una explote. ¿Contra qué? Contra todo y al mismo tiempo contra nada, contra mí misma más que nada. ¿Por qué? Por nada en especial, sino más bien por un cúmulo de circunstancias que hace que me sienta mal de repente, que consigue llenarme los ojos de lágrimas sin que yo lo quiera. Y claro, una vez que se abre la puerta...se hace difícil parar. Y es entonces cuando ataco contra todo lo que me rodea, cuando todo me parece mal, cuando me da la impresión de que definitivamente el mundo esta en mi contra. Aunque en el fondo no sea verdad. Aunque en el fondo yo sepa que no es verdad. He explotado, mi vaso se ha desbordado, y tantas lágrimas no saben dónde ir. Sé que es cosa del momento, del día, del estrés, de la rutina, de lo que sea, pero aun así...no lo soporto, no me soporto. No me gusta cómo van las cosas y al verme incapaz de hacer que adquieran un rumbo diferente, me caigo. Me caigo, sí, y como ya es la enésima vez que lo hago, dan ganas de quedarse en el suelo y ni siquiera intentar levantarme, porque ahora no puedo. Podré, pero ahora mis lágrimas son de rabia, de impotencia, de no querer sentirme así y sin embargo no encontrarme otra cosa. De intentar sonreír como llevo haciendo últimamente a todas horas y no conseguirlo. De luchar conmigo misma y ver que la parte de mí que no me gusta me gana la partida.

No mucho más por hoy, salvo que si me pongo a pensarlo, me gustaba más antes. No pido que todo sea sencillo, me gustan los retos y los afronto, pero quiero poder entenderme, y sobre todo, conseguir que mis caídas no sean tan...de golpe, tan repentinas.

Que alguien me tienda una mano, por favor. Necesito las ganas que me faltan ahora para poder levantarme.

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